Después creó los peces en esos ríos y puso ciervos en las montañas.
Luego, cuando los indios tuvieron vida y echaron a andar, vieron la
caza y los peces y supieron que habían sido hechos para ellos… crecieron
y se multiplicaron como pueblo.
Pero el hombre fue creado por el Mago o Hacedor del Hombre
que descendió a la Gran Isla y se instaló en su morada construida al
abrigo de los vientos de norte y del oeste en la ladera de la Gran
Montaña. Y allí decidió fabricar a los hombres utilizando para ello
arcilla. Pero antes debió construir un gran horno donde cocer sus carnes
y darles vida.
Estando en plena labor de creación apareció por el lugar Coyote y, con sus dotes de embaucador y burlón ridículo, interfirió en el delicado trabajo diciéndole al Mago.
-Creo, amigo Mago, que cualquier cosa que cuezas en ese horno ya está lo suficientemente hecha.
El Hacedor del Hombre reconoció en la figura que le hablaba al Coyote
y, aunque sabía de su estupidez y sus mentiras, también sabía que era
parte integrante del milagro de la Creación y que tenía poderes para
realizar buenas acciones, puesto que él es el responsable de esparcir
las estrellas en el cielo, entre otras comisiones. Por ello admitió sus
palabras y cayendo en su trampa le preguntó:
-¿Estás seguro de lo que dices, Coyote?
Jovial y burlón el aludido respondió.
-¡Ya lo creo, señor! Compruébalo tú mismo sacándolo del horno y mostrándomelo.
El Mago hizo lo que le solicitaba y extrajo a las criaturas del horno, a
resultas de lo cual la arcilla quedó muy poco cocina y por tanto
blanquecina. Y de este modo aparecieron en este mundo los hombres
blancos… que con gran contrariedad huyeron del lugar y se esparcieron
por la tierra.
De nuevo el Coyote le hizo una nueva recomendación:
-Si el calor del horno no ha sido suficiente para acabar de cocer tus
criaturas, haz otras y mantenlas más tiempo entre las llamas de la
jábega.
Al Hacedor de hombres le pareció buena la idea del embaucador: conformó
nuevos humanos con la arcilla que extraía de la montaña cercana y los
introdujo en el horno ardiente, manteniéndolos en esta ocasión más del
doble del tiempo que estuvieron los anteriores que quedaron blancos y…
cuando los saco a la vida aquellas otras criaturas había sido quemadas y
la negritud les había invadido.
Ante estos resultados el Hacedor del Hombre despidió enfurecido al
Coyote, que desapareció rápidamente a lo largo de la gran llanura del
sudoeste en busca de otros a quienes poder embaucar y reírse de ellos.
El Mago ordeno llevar a blancos y negros a ultramar, más allá de la
Isla y, una vez asegurado que allí descansaban, tomó pacientemente nueva
arcilla y moldeó con ella a nuevos individuos y, como ya había
aprendido a tomar el punto de cocción justa que tenía que hacer, se dejó
llevar por su instinto y los extrajo del calor en el momento exacto
creando así a los primeros pimas (pieles rojas) a los que entregó la
tierra para que la poblaran y surgieran de ellos todas las tribus de la
pradera.
(Recreada del libro “Historias Mágicas de los Indios Pieles Rojas” de R.Benito Vidal)
No hay comentarios:
Publicar un comentario